Esta semana ha salido a la luz que Nestle va a dejar de utilizar el aceite de palma y va a empezar a colaborar con The Forest Trust para luchar contra la desforestación de los bosques en Indonesia. Todo esto después del comunicado lanzado por Greenpeace en marzo y toda la campaña realizada durante éstos últimos meses en contra de la empresa Nestle.
Todo comenzó a partir de ese comunicado y del anuncio viral que colgó Greenpeace y distribuyó por las redes sociales. A partir de entonces, Nestle sufrió las consecuencias de una mala gestión de las redes sociales, lo que causó que miles de usuarios se dieran de baja en su página de Facebook y la consecuente creación de grupos en contra de Nestle.
Ahora es la gran multinacional Proter and Gamble la que está en problemas, ya que después del lanzamiento de una línea de pañales “Pampers”, han visto como su imagen en la red ha caído en picado, ya que los padres afectados por los pañales denuncian que sus hijos sufren quemaduras químicas por el uso de estos, así que pusieron en marcha todo tipo de blogs y un grupo en el Facebook donde se encargan de difundir fotos de los afectados y a exigir a la empresa explicaciones.
A partir de todos estos casos, podemos ver como una mala gestión de las redes sociales y una mala dirección de comunicación causa que los clientes insatisfechos se revelen contra las empresas. En el caso de Nestle es más obvio ya que una vez que Greenpeaace sacó a la luz los datos, Nestle se encargó de negar rotundamente lo sucedido y en su página de Facebook borró lo comentarios negativos y respondió de forma prepotente, lo que causó más controversia y más malestar entre los clientes.
Ahora al confirmar la noticia sobre su colaboración con The Forest Trust no hace más que dar la razón a los que reaccionaron en su día a través del Facebook.
Así que es ahora cuando las grandes empresas deberían controlar a las personas que gestionan los contenidos en las redes y manejar con éxito las crisis, sin reaccionar de manera negativa y negando los hechos, sobre todo porque en estos tiempos ya los consumidores gozamos de más información y no somos tan inocentes. De todas maneras, ¿Realmente sabemos de dónde viene todo lo que comemos? ¿Funcionan las redes sociales como grandes grupos de presión para los consumidores?
Todo comenzó a partir de ese comunicado y del anuncio viral que colgó Greenpeace y distribuyó por las redes sociales. A partir de entonces, Nestle sufrió las consecuencias de una mala gestión de las redes sociales, lo que causó que miles de usuarios se dieran de baja en su página de Facebook y la consecuente creación de grupos en contra de Nestle.
Ahora es la gran multinacional Proter and Gamble la que está en problemas, ya que después del lanzamiento de una línea de pañales “Pampers”, han visto como su imagen en la red ha caído en picado, ya que los padres afectados por los pañales denuncian que sus hijos sufren quemaduras químicas por el uso de estos, así que pusieron en marcha todo tipo de blogs y un grupo en el Facebook donde se encargan de difundir fotos de los afectados y a exigir a la empresa explicaciones.
A partir de todos estos casos, podemos ver como una mala gestión de las redes sociales y una mala dirección de comunicación causa que los clientes insatisfechos se revelen contra las empresas. En el caso de Nestle es más obvio ya que una vez que Greenpeaace sacó a la luz los datos, Nestle se encargó de negar rotundamente lo sucedido y en su página de Facebook borró lo comentarios negativos y respondió de forma prepotente, lo que causó más controversia y más malestar entre los clientes.
Ahora al confirmar la noticia sobre su colaboración con The Forest Trust no hace más que dar la razón a los que reaccionaron en su día a través del Facebook.
Así que es ahora cuando las grandes empresas deberían controlar a las personas que gestionan los contenidos en las redes y manejar con éxito las crisis, sin reaccionar de manera negativa y negando los hechos, sobre todo porque en estos tiempos ya los consumidores gozamos de más información y no somos tan inocentes. De todas maneras, ¿Realmente sabemos de dónde viene todo lo que comemos? ¿Funcionan las redes sociales como grandes grupos de presión para los consumidores?
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